jueves, 7 de marzo de 2013



                                       


La tribu quiere entregarme en matrimonio


Cortesía de Trifonia Melibea Obono Ntutumu

Mi madre quiere que me case. Mi padre exige recibir la dote pero no ha decidido la cantidad. Ayer, en la Casa de la Palabra, escuché a los hombres de la tribu balanceando mi probable precio. “Tres mil quinientos euros no estarían mal”, insinuó Obama, el hombre más viejo del linaje tribal, sus opiniones son decisivas e inamovibles. Las mujeres de la tribu exigen que produzca dinero. “Ya ha menstruado, ¿qué más espera para traer riquezas a casa?”, me echan en cara cada vez que nos encontramos. Los varones no dicen nada abiertamente: las hembras son el canal de información que me llega puntualmente. 

Del matrimonio ni hablar. Así manda mi infante corazón. No quiero ser esclava. En mi país las esposas reciben el billete de la represión desde “el sí quiero”. Desde entonces se recluyen en el hogar. Los esposos siempre están en la calle. Ellas permanecen en casa contemplando el hogar y garantizando su brillantez. “Mi esposo ha salido”. Así responden aparentando mejor vida y felicidad. Si responden así no conocen su paradero. No importan las noches de soledad, las lágrimas provocadas, las veces que se meten en la cama sin saber a qué hora y qué día de la semana llegarán sus imperativos compañeros sentimentales. 

Me gusta el amor. Y Guinea es un desierto de sentimientos. Las cuatro paredes de la casa ya de por si impenetrables y mudas, son la compañía de las mujeres. En mi país toda las instituciones están corrompidas, inclusive las parejas. No me gusta el matrimonio fang. No quiero ser esclava, mamá. La soledad es muy mala, sin embargo, la prefiero antes que la descendencia molesta, las paredes mudas y las salidas inexplicables de un esposo fang. Prefiero la soledad antes que las amenazas de “te voy a pegar”. Así contestan los hombres guineanos a la demanda de las mujeres para que cumpla sus obligaciones maritales. Quiero a un hombre conmigo, no importa que se llame esposo, marido, amante, sólo quiero que me quiera, que me mime, que no me deje sola. Quiero a un hombre que me anime regresar a casa porque le voy a ver y besar, mamá. Los hombres que frecuenta por acá, no saben escuchar, desprecian las preocupaciones y los problemas de sus esposas por su condición de género. 

No quiero un denigrante matrimonio como el tuyo con papá. Ayer tras recordar lo traumático que fue vuestro prematuro y destructivo enlace para toda la familia, me personé en los decadentes Juzgados de Guinea para renunciar a mi derecho al matrimonio. Encontré a varias mujeres en la antesala, todas preparadas para casarse. De repente entró el Juez y pregunto si la institución que dirigía se había convertido en una cocina. “Lo digo porque en Guinea las féminas se reúnen sólo para cocinar. Por lo tanto, la aglomeración de mujeres implica encuentro culinario”, manifestó entre sonrisas cínicas y se adentró en su pocilga de despacho, rodeado de telarañas en el tejado, y documentos antiguos empapados de polvo y encolarizados.

Mi madre teme la soltería. Nunca ha sido soltera pero conoce a perfección la receta de las mujeres que no han dicho sí al matrimonio; al compromiso que sin conocer las razones, se declaró de por vida en la Casa de la Palabra, al menos para las mujeres. Y es que la mujer fang por que vive sin vivir, es esclava siendo soltera y casada. 

Lo que recuerdo a la soltera tía Josefa. Trabajadora incansable y encargada de trabajar la dote para que sus ingratos hermanos se casaran. Ella, la tía Josefa de voz ronca, resucitó mi familia, sepultada por mi abuelo preocupado sobre todo por copular con todas las hembras de mi pueblo. Al fallecer dejó una incalculable herencia: descendencia por doquier, viudas de la tribu dispuestas u obligadas a copular con él, deudas de juego, trampas que ya no producían más que serpientes, herencias de carne humana en la brujería. La peor herencia que le dejó mi abuelo a la tía Josefa fue mi abuela. Esta mujer mema, sin iniciativa en la vida, incapaz de decir no a los designios de la tribu, y dotada del arte del llanto. Suerte que la tía Josefa falleció dejando una familia despierta, jóvenes trabajador@s, viviendas sólidas, ejemplo de mujer fuerte, lesbiana encerrada en el armario, y hombres, junto a mi abuela, dispuestos a disipar su orientación sexual.

Mamá, no quiero ser entregada en matrimonio. No me gusta el matrimonio fang, es una institución suicida para la mujer. Tampoco quiero ser soltera como la tía Josefa porque hoy, todo el trabajo que realizó está olvidado, se atribuye a mi padre que en toda su vida ha vivido del trabajo de sus hermanas. Y es que la mujer fang vive de la inexistencia. La tía Josefa no puede caer en el olvido. Quien debe olvidarse del matrimonio soy yo, del matrimonio fang. Que se entere la tribu y sobre todo, el patriarca Obama, el hombre más viejo del linaje tribal, cuyas opiniones son decisivas e inamovibles.

domingo, 3 de marzo de 2013














¿NO DAR DE COMER AL MUNDO?

DE CÓMO LA AYUDA HUMANITARIA PUEDE CAUSAR MÁS DAÑO QUE BENEFICIO


Rasna Warah

(Red Pepper) Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos



Mientras los medios de comunicación vuelven a informar del “hambre en el Cuerno de África” Rasna Warah examina las verdaderas razones del hambre.

Cada año desde mediados de la década de 1980, cuando el difunto Mohammed Amin filmó el hambre en Etiopía, la ONU y las agencias de ayuda humanitaria anuncian un “desastre histórico” en a lguna parte del mundo. En 2004 lo que causó estragos en partes de Indonesia, Sri Lanka, Tailandia e India fue el tsunami del océano Índico. Más recientemente lo que ha desplazado a millones de personas ha sido el conflicto de Darfur en Sudan, el terremoto de Haití, las inundaciones en Pakistán y ahora el hambre en Somalia.

Cada una de estas crisis humanitarias va acompañada de un guión familiar. Cada desastre se califica de “histórico”. Los llamamientos a aportar fondos se apoyan en imágenes desgarradoras de mujeres y niños desplazados o que se están muriendo de hambre. La comunidad internacional encabezada por la ONU acude al lugar del desastre detrás de los cámaras para dar testimonio de primera mano de la catástrofe humanitaria. Con frecuencia esto va seguido de conciertos para recaudar fondos y de apariciones en directo de personalidades célebres en los campos de las personas desplazadas.

El problema es que las imágenes y las noticias que vemos o leemos en los medios internacionales no son tan imparcial es como nos gustaría pensar. En la mayoría de los casos las difunde el personal de las agencias de ayuda que está trabajando en esos lugares. Los periodistas se suelen basar casi exclusivamente en la versión del desastre que ofrece una agencia de ayuda, con lo que el relato se vuelve tan previsible como segado.

La periodista holandesa Linda Polman cree que la “insana” relación entre periodistas y agencias de ayuda humanitaria no permite informar de manera independiente y objetiva, y a menudo es la agencia la que acaba haciendo el “reportaje”. Los empleados de las agencias humanitarias que son expertos en los medios explotan el entusiasmo con el que los periodistas aceptan su versión de un desastre o crisis. Por su parte, los periodistas “aceptan de forma no crítica las afirmaciones de neutralidad de las agencias humanitarias, lo que eleva la veracidad y pericia del personal de ayuda por encima del escepticismo periodístico”, afirma Polman. Las agencias de noticias prácticamente no hacen intento alguno de verificar de forma independiente los hechos y cifras difundidos por las agencias de ayuda que, como descubrí cuando trabajé en una agencia de la ONU, a menudo se inflan o se basan en datos erróneos.

¿Crisis humanitaria o una oportunidad para recaudar fondos ?

A pesar de que se suelen aceptar las cifras de las agencias de ayuda humanitaria, un cantidad cada vez mayor de personas escépticas se está empezando a preguntar si el hambre declarada en Somalia es tan grande como nos hacen creer o si las agencias de la ONU y de las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria han priorizado la recaudación de fondos por encima de la exactitud [de los datos].

Siempre está presente la tentación de exagerar el alcance de la crisis para recaudar más fondos, afirma Ahmed Jama, un economista agrícola somalí que trabaja en Kenia. Jama cree que algunas partes de Somalia que han sido declaradas zonas de hambruna, como la fértil región de la parte baja del río Shabelle, en realidad puede que tengan garantizada su seguridad alimentaria y que quienes padecen hambre no sean los habitantes originarios sino quienes emigraron a la región desde zonas del país más propensas a la sequía. Afirma que tanto a la ONU como a las otras agencias de ayuda les interesa mostrar el peor de los escenarios para mantener el flujo de la ayuda.

La ONU utiliza una escala creada por la Unidad de Análisis de Seguridad Alimentaria y Nutrición de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO] para determinar los niv eles de inseguridad alimentaria que va desde “en general seguro desde el punto de vista alimentario” hasta “catástrofe de hambruna/humanitaria”.

Las estimaciones de la unidad de la cantidad de somalíes “en crisis” para el periodo comprendido entre agosto y septiembre de 2011 indican que menos de medio millón de personas (y no los cuatro millones de personas citados por la prensa) padecieron hambre. Aproximadamente 3.5 millones de personas experimentó alguna forma de inseguridad alimentaria, pero no estaban muriendo de hambre como se había informado ampliamente. Y parte de la inseguridad alimentaria estaba relacionada con la inflación y el cada vez más alto precio de los alimentos, y no necesariamente con la sequía.

Desde 1995 la Comisión Europa (CE) ha est ado suministrando millones de euros para proyectos de desarrollo rural y de seguridad alimentaria en Somalia. A pesar de ello, Somalia sigue recibiendo ayuda alimentaria cada año.

De hecho, desde la guerra civil de 1991 la ayuda alimentaria se ha converti do en una situación permanente en el país. “A todas luces existe un desequilibro entre los recursos que la CE proporciona a las agencias de la ONU y el sombrío cuadro de lo que se suelen considerar las regiones de Somalia más productivas desde el punto de vista agrícola”, afirma Jama. “¿Cómo es posible que las inversiones en la agricultura que hace la CE no hayan podido impedir la hambruna en estas regiones?”.

¿Sirve para algo la ayuda alimentaria?

George-Marc André, el representante de la Unión Europea e n Somalia, admite cautelosamente que la CE está preocupada porque sus campañas en Somalia se ven dificultadas por el hecho de que las agencias de la ONU inundan la capital, Mogadisio, de ayuda alimentaria. En su opinión, en un entorno en el que se puede disponer rápidamente de alimentos gratuitos, no se valora la producción de los agricultores. El hecho de entregar ayuda alimentaria durante la temporada de cosecha distorsiona aún más el mercado de alimentos. André afirma que agencias de la ONU como el Programa Mundial de Alimentos en realidad podrían estar haciendo que la recuperación de Somalia fuera más lenta al centrarse exclusivamente en la ayuda alimentaria en vez de apoyar a los agricultores y mercados locales.
Dado que la mayoría de la ayuda alimenta ria proviene de Estados Unidos y de otros países que no son Somalia, también existe la preocupación de que las declaraciones de hambruna sean más útiles para ayudar a los agricultores de otras partes que para apoyar a los productores locales. La industria de la ayuda alimentaria permite a países como Estados Unidos endosar a los países pobres sus excedentes de comida. Esto distorsiona los mercados locales y perturba el desarrollo de la producción local de alimentos. En otras palabras, la ayuda alimentaria destruye las economías locales, especialmente cuando se suministra durante largos periodos de tiempo, como en Somalia.

Lo que no se menciona en los llamamientos a donar fondos es que gran parte de estos fondos se utiliza para sobornar a los altos cargos y a la milicia [locales] para que permitan el paso de los convoyes de ayuda. En Somalia la “tasa de entrada” impuesta en el pasado por los señores de la guerra llegó a ascender a un 80% del valor total de la ayuda.

También se suelen ocultar los informes sob re el robo o desvío regulares de la ayuda alimentaria, que en Somalia son desenfrenados. Por ejemplo, en marzo de 2010, el Grupo de Seguimiento de Somalia de la ONU informó de que contratistas locales corruptos, hombres de negocios locales, ONG locales e incluso empleados de la ONU habían robado o desviado hasta la mitad de la ayuda alimentar. El informe llevó a que Estados Unidos retirara sus fondos del Programa de Ayuda Alimentaria, aunque ahora afirma que está haciendo un seguimiento minucioso de la ayuda alimentaria y que se está desviando muy poca ayuda. Con todo, en agosto de este año Associated Press informaba de todavía sigue siendo muy frecuente la venta de ayuda alimentaria en los mercados de Mogadisco y que a menudo esto ocurre con pleno conocimiento del personal de la ONU que trabaja en esta ciudad.

Al igual que Somalia, Haiti ofrece un ejemplo perfecto de cómo la ayuda humanitaria puede destruir un país. Esta isla del Caribe ha recibido tanta ayuda exterior a lo largo de años que se ha considera do “un emblema de lo inadecuado de la ayuda exterior” debido a su extremadamente pobre índice de desarrollo y a su pobreza generalizada. Cada pocos años un nuevo desastre asola Haití y el mundo acude a ayudar a través de campañas generalizadas de recaudación de fondos. Pero Haití, como su primo lejano Somalia, sigue siendo pobre, subdesarrollado y el escenario de una gran pobreza, los ingredientes ideales para otra campaña de recogida de fondos.

Rasna Warah, columnista del periódico Daily Nation de Kenya, es autora del libro recién publicado Red Soil and Roasted Maize: Selected essays and articles on contemporary Kenya .

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=162925&titular=de-c%F3mo-la-ayuda-humanitaria-puede-causar-m%E1s-da%F1o-que-beneficio-