martes, 22 de enero de 2013

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Plácido Micó: “La situación puede derrumbarse de un momento a otro”

 
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JUAN CARLOS ACOSTA | Santa Cruz de Tenerife
Plácido Micó oposicion Guinea Ecuatorial
Plácido Micó es el único diputado opositor en el Parlamento de Guinea Ecuatorial. | DA
Guinea Ecuatorial es la única antigua colonia española por debajo del Sahel, en lo que muchos llaman el África Negra. Sin embargo, España la trató como provincia, a pesar de estar situada a unos 4.250 kilómetros de Madrid, hasta su apresurada independencia en octubre de 1968, sellada con la foto oficial de un jovencísimo Manuel Fraga Iribarne que entrega el bastón de mando a Francisco Macías Nguema, ejecutado once años después por su sobrino y actual presidente,Teodoro Obiang Nguema, que rige el país desde hace 33 años con mano de hierro.
Lo cierto es que hoy en día la mayoría de los ecuatoguineanos, algo más de un millón de habitantes, viven con menos de un euro al día mientras pisan el país más rico de todo el continente, debido sobre todo a su industria petrolera, con una extracción estimada de unos 300.000 barriles diarios. Ello, junto a la explotación de maderas nobles y la agricultura, con producciones de cacao, algodón, café, caña de azúcar y frutas tropicales, entre otros cultivos, sitúan a ese país como una de las economías emergentes del siglo XXI.
Así y todo, España se mantiene al margen de los acontecimientos en la única nación africana que habla el castellano, a excepción del Sahara, como si la historia no fuera con ella, mientras que por el despacho de Obiang pasan las diplomacias de muchas democracias europeas y del resto del mundo, como las de Francia, Italia, Reino Unido o los Estados Unidos, entre otras, sin olvidar a la imparable China o a los tigres asiáticos, sedientos de recursos naturales para mantener sus crecimientos formidables.
El régimen de Malabo, embridado por lo que se ha dado en llamar el clan Nguema y camuflado bajo un vodevil occidentalizado pero dictatorial, permite, sin embargo, la coexistencia de un partido de oposición en su sempiterno parlamento de voz única. Se trata de la denominadaConvergencia para la Democracia Social (CPDS), cuyo único representante es el químico y doctor en Derecho Plácido Micó (1963), a quien llamamos a la ciudad de Mbini, ubicada en la parte continental del país, a 40 kilómetros de Bata.
-Ante un régimen tan cerrado como el del presidente Obiang, ¿qué papel puede jugar el único partido opositor?
“El papel que puede jugar un partido como el nuestro es precisamente ese, el de ser cursor de las reivindicaciones democráticas en nombre y representación de la gran mayoría de la población. También hacemos un trabajo importante en la denuncia constante y sistemática de las violaciones de los derechos humanos y de las libertades públicas que protagonizan las autoridades de Guinea Ecuatorial. Intentamos no solo llamar la atención de la comunidad internacional sobre la dramática situación de nuestro país, sino también sensibilizar a la misma población dentro de nuestras limitadas posibilidades, en el sentido de que ellos tienen que ser los artífices de ese cambio democrático que exigen y que necesitan, de tal forma que esperamos que día a día vayamos sumando más gente y, en un momento que esperamos no muy lejano, podamos reunir la masa crítica necesaria para que la presión interna, sumada a la internacional, nos permita salir de la actual situación de opresión y dictadura”.
-¿Es posible ejercer algún contrapeso al personalismo del clan Nguema?
“No, contrapeso, no. El régimen del presidente Obiang es un sistema con tendencias claramente totalitarias, es decir que la política del clan Nguema, como usted lo llama, es de hecho la imposición de vuelta al sistema de partido único, de tal forma que, aunque haya una sola voz disidente, aunque aparentemente haya un solo grupo minoritario, como es el CPDS, su papel en contra resulta enorme e importante porque se les hace mucho daño, ya que lo que quieren es conseguir decisiones unánimes sencillamente para acallar cualquier opinión disidente en el país. Lo que puede decir en este caso un solo diputado y un solo partido político es lo que conecta con el 90% de los ciudadanos, a quienes ellos mantienen silenciados”.
-Las acusaciones de nepotismo y corrupción le llueven por todos lados a Obiang y a su familia en la mayor parte del mundo, menos en la propia África y en países tan poderosos como Sudáfrica. ¿A qué cree usted que se debe esto?
“Yo no tengo todas las explicaciones, pero sí que, desde que se independizaron los países africanos, entre los distintos gobiernos existe una especie de solidaridad y complicidad que nos choca mucho porque entre ellos los hay muy democráticos, incluso gobernados por partidos que son miembros de la Internacional Socialista. Lo único que podemos decir ante esa situación es que es deplorable. Mientras que haya solidaridad entre regímenes dictatoriales y países supuestamente democráticos, estos últimos están haciendo un flaco favor al avance de los derechos humanos en el continente”.
-Su país es una potencia petrolera y solo tiene un millón de habitantes, ¿cómo puede explicar que la mayor parte de la población viva con menos de un euro al día?
“Es algo que se produce por la gestión que practica el régimen de aquí, una política de corrupción, de enriquecimiento de los que están en el poder y de inversiones suntuosas sin rentabilidad alguna y sin ninguna repercusión en la población y en lo que pudiera contribuir a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. No hay partidas económicas para sanidad o educación porque sencillamente el régimen es consciente de que manteniendo a la gran mayoría de la comunidad en la pobreza, en la miseria, nos controla más eficazmente a todos desde el punto de vista político, pues crea una fuerte dependencia con el poder de tal forma que, si la gente no estuviera en esa tesitura, pensaría por sí misma y saldríamos de la actual represión”.
-¿Conocen ustedes el miedo que tienen nuestros empresarios con negocios en su país a hablar en los medios de comunicación?
“Sí, esas son las paradojas de Guinea Ecuatorial. Hay gente que viene de países democráticos, como los españoles, los franceses o los americanos, que hacen incluso propaganda al régimen. Hablan de un estado pacífico o de un gobierno que trabaja para el pueblo, pero lo cierto es que el propio comportamiento de las autoridades delata la falsedad de la situación, porque esos empresarios no pueden ni siquiera hablar libremente de la verdad con los guineanos, y ya no digamos con la oposición, que es la que mejor les puede informar de la realidad. Incluso cuando están en sus propios países no pueden hablar confiadamente porque saben que pondrían en riesgo los intereses que tienen aquí. Pienso que es éste precisamente uno de los aspectos de los que se ha beneficiado el gobierno, que consigue, con la explotación del petróleo y sus derivaciones económicas, imponer la complicidad no solo de las grandes multinacionales, sino también de los medianos y pequeños empresarios europeos y occidentales con el fin de eternizarse en el poder”.
-¿De dónde saca usted las fuerzas para presentarse a unas elecciones en su país a todas luces amañadas, legislatura tras legislatura?
“Yo creo que es cuestión de convicciones. Pienso que la lucha política contra las dictaduras siempre ha sido así. Se inicia y se mantiene muchas veces por un grupo de personas que en principio parece muy reducido y a los que la fuerza les viene del amor propio y la resistencia a convertirse en esclavos del miedo o de las ansias de enriquecimiento personal. Luego, viendo lo que ha pasado en otras partes del mundo, y aunque eres consciente de los peligros que corres, la andadura de todos estos años nos ha dado fuerza y, como consecuencia, el apoyo de esa gran parte de la población por la que luchamos. Ese se nuestro compromiso y nos fijamos en esos otros países que se han enfrentado a regímenes autoritarios que al final han caído. Creemos en eso firmemente y por eso seguimos adelante”.
-¿Ve usted posibilidad de cambio político a medio plazo en Guinea Ecuatorial?
“Yo no sé si a medio, a largo o incluso a corto plazo, pero la situación en Guinea Ecuatorial es desde mi punto de vista insostenible. Hablo con muchos miembros del partido de Obiang, como diputado que soy o como ciudadano de a pie, y bastantes reconocen que son ciertas las denuncias contra él y su régimen pero también que no pueden decir ni la centésima parte de lo que piensan porque al día siguiente caen en desgracia, ellos mismos y toda su familia. Por consiguiente, prefieren callarse. Entonces, estamos hablando de una situación aparentemente estable pero que puede derrumbarse de un momento a otro. Es como lo que está ocurriendo en los países del norte de África, la llamada primavera árabe. ¿Quién podía imaginarse que regímenes como el de Gadafi, Mubarak o Ben Alí podían venirse abajo por la presión de movimientos populares, incluso en sistemas donde no existían partidos políticos ni sindicatos, como en la propia Libia, o donde estaban reprimidos, como en Túnez. De la noche a la mañana se han derrumbado. Pensar que aquí el cambio es imposible creo que es ser muy pesimista. Es presuntuoso fijar plazos, pero hay que concentrarse en la lucha y estar preparados para que algún día este país pueda conocer una situación diferente, democrática, donde los ciudadanos puedan decidir cómo vivir y elegir a quienes quieren que les gobiernen”

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